sábado, 12 de septiembre de 2009

Sereno

Capitulo 1 

"la calma de la ciudad quedo subrayada hace unos años cuando los serenos volvieron a las calles"

Sir Hugh Thomas

Perdí a mi mujer y mi empleo a la edad de 52 años, después vinieron unos 6 meses de descontrol, vivía en un pequeño apartamento a las afueras, tenia dinero de la prestación por desempleo, y demasiado tiempo libre, bebía a diario, por semana empecé en un bar que estaba dos calles mas abajo, El Chigre de Chaqui, apenas comía, no sabia cocinar, de vez en cuando pedía una alguna de las malolientes tapas de aquel horrible lugar, todo estaba sucio, en la cocina estaba Leila una enorme sudamericana, no recuerdo exactamente de donde, se dedicaba a cocinar mientras fumaba y cantaba, en la barra estaba Chaqui, lo acababa de conocer, yo llevaba una semana en el barrio, cuando se me ocurrió la brillante idea de entrar en ese antro, Chaqui, era un viejo de barba aspera y sucio mandil, y según deduje días mas tarde estaba liado con la gran cocinera.

 Nuestro dos hijos vivían en el extranjero, no les comunicamos nada del divorcio por no interferir en sus maravillosas vidas, los dos estaban casados, uno con una inglesa y otro con una alemana, les gustaban las rubias como a mi, vivía en unos espaciosos apartamento, uno en el Londres y el otro en Berlin, mi mujer y yo les habíamos visitado en muchas ocasiones, la verdad que era de las pocas cosas que me alegraba pensar, era el triunfo de mis hijos en la vida.

sábado, 29 de agosto de 2009

arboles danzantes

vi a los arboles bailar
a un compás que marcaba el viento
vi un imperio desplomarse
altas eran las copas
cargadas estaban las copas
atrás quedaran todas las copas
un hermano partió lejos
entre arboles danzantes
esa no era su música
nubes de humo huyen de altas chimeneas
vi a un hermano partir
compas extraño y ruidosa tranquilidad

lunes, 24 de agosto de 2009

un ejercito de arboles

un ejercito de arboles bajaba por la ladera
en su perfecta formación, firmes y de hojas perennes
apoyado por un séquito de nubes
que no tardarían en descargar su húmedo y transparente armamento
el objetivo era el interminable lago, un espejo en medio del valle al que querían alimentar
eran apoyados por otro flanco de arboles de hoja caduca de esquelética y lánguida formación
a las 17 horas del día 18 empezó el ataque, el bombardeo de gotas sobre el lago fue incesante duro una dos horas

martes, 4 de agosto de 2009

Infurelax

A M. no le gustaba la primavera, alergia, alergia y alergia, picores, flores de incontables colores, no no y no, le gustaban los días cortos, las noches calientes junto a la chimenea, leyendo, Becquer, Blake, WordsWorth, Thomas, Dario y escribir su diario. Los fines de semana sonaba su tocadiscos con apacibles canciones folk, Cohen, Drake, Gaughan, Smith, Rice

Mañanas en clases de matemáticas, practicas, sintácticas, semánticas, tardes de escritura automática y de numismática, atardeceres de tortura y tortuga, lentos, lentos muy lentos, apacibles, comestibles, envidiables e inolvidables.

Infusiones calientes del sol naciente, de todas las partes del mundo, y de algún planeta aun por imaginar.

Como le iba a gustar la florida primavera con un invierno tan lento, de aromas intensos.


(cuatro estaciones para odiar)

lunes, 3 de agosto de 2009

Un rey sonámbulo ante un reino dormido

Aquella noche fue elegido rey, no podía dormir, encendió la lampara de su mesita y fue coronado, su reino dormía, un rey sonámbulo ante un mundo dormido profundamente, abrió la puerta y se encontró el oscuro pasillo de frías baldosas, estaba descalzo, siguió avanzando ante la oscuridad, al fondo se veía un poco de luz, la que entraba por la ventana de la cocina, era de las farolas de luz anaranjada de la calle, se asomo, sintió el frió, sintió el poder, nadie se revelaría, todos dormían, se dirigió al baño, encendió la luz, que le cegó durante unos segundos, orino en el trono real, y se miro frente al espejo, pálido, insomne, desganado y con una corona de espino en su cabeza.

miércoles, 29 de julio de 2009

la diferencia de las toallas

A N. no le gustaba en verano, no le gustaba el sol, el calor, las aglomeraciones, los pantalones cortos, los helados que eran un instrumento de tortura para sus roídos dientes. A veces se veía obligado a ir a la playa, se sentía como un esclavo, de aquellos que construyeron las pirámides en Egipto, sentía el calor hundiéndole el cráneo y los latigazos en forma de granos de arena en su cuerpo.
Llegaba la hora de extender las toallas, como se extiende mermelada sobre una tostada, había de todos los colores, rojo fresa, amarillo melocotón, verde manzana....... también las había con horribles estampados de flores, pero en este momento era cuando N. mas vergüenza pasaba, mientras todos sus amigos tenían preciosas toallas de mercadillo( menos las de flores que eran horrible) el extendía una de las asperas e incoloras toallas que le daban a su padre en el trabajo cada 6 meses, la de este día debía de ser ce cuando entro a trabajar en la empresa en el 79.
"Esa toalla es mas vieja que tu eh"
"lo se"
Existían tres razones basicas y logicas por las que no quería pisar la playa:
*La hora del sandwich no era mucho mejor, aquí N. si estaba a la altura de sus compañeros, y también a la altura de la arena que daba una arenosa textura al pan,.
*La hora de la partida de cartas, N. solo sabia jugar al siete y medio y la carta mayor, por lo cual siempre se quedaba fuera.
*La hora del baño N. odiaba el agua fría y salada, odiaba salir oliendo a mar y con el cuerpo lleno de pegajosa salitre, así que se quedaba solo en su pequeña toalla, mirando a las chicas pasar.

De vez en cuando alguna pelota le golpeaba y oía un "perdona" o también sentía como alguien le perturbaba sacudiendo tu toalla, el viento siempre estaba de su contra.


(cuatro estaciones para odiar)

martes, 28 de julio de 2009

Sopa de letras

A L. no le gustaba su actual vida, recordaba su anterior vida relamiéndose, en aquella vida navegaba por mares de chocolate de inigualable sabor y de tal espesor que luz no podía atrevesarlos , ahora su vida consistía en saltar de cuadrado en cuadrado, como un niño salta sobre los charcos con sus katiuskas nuevas, pero L. no tenia katiuskas y cada noche llegaba a casa empapado y estornudando.
Le habían escrito una gran S en el pecho con tinta de calamar, en la entrada al garaje en el que guardaba su coche, brum brum brum. Hora de saltar a un cuadrado.
Interpretaba monólogos delante de personas poco interesadas en sus palabras, palabras llenas de saliva, letras que se quedaban pegadas en sus labios y no terminaban de salir, gotas de sudor con puntos y comas que pasaban de largo, su monologo era un gran párrafo sin puntuar.